Este campesino tiene una discapacidad visual, pero eso no le impide cosechar y ser panadero

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A los 65 años, Francisco Jiménez es un campesino no se dejó amilanar por perder un 80% de su visión. Al contrario, cultiva alimentos que vende y también se dedica a la panadería.

En Nobsa, Boyacá, conocimos la historia de un hombre que a sus 65 años sigue siendo ejemplo de perseverancia. Es agricultor y, aunque no puede ver, creó un sistema para poder seguir cosechando con sus propias manos.

Caminando por la vereda Guaquida, en Nobsa, Boyacá, Noticias Caracol encontró a don Francisco, un campesino a quien la vida le cambió hace 6 años.

“Me operaron de cataratas y después del desprendimiento de retina. Entonces como el glaucoma causa daños irreversibles y fui perdiendo la visión”, explica Francisco Jiménez.

El agricultor perdió su vista en cerca del 80%, pero no su parcela, las ganas de salir adelante y 5 mil pesos que tenía en sus bolsillos para comprar semillas. Así empezó una nueva página de su vida.

«Cebolla cabezona, poquita, blanca, de la morada también poquita, un poquito de aromáticas frutales», explica Francisco.

Este hombre, de manos fuertes, cuida sus plantas y cosecha.

«Si hago una parcela de 15 metros por uno con 20, o un metro de ancho, yo entierro en las esquinas unas estacas por ahí de 50 cm de altas y les amarro alrededor una fibra o cabuya y me voy guiando para ir picando o haciendo las zanjas para hacer las mugas, la fibra va por en medio de las piernas y me va rozando entonces yo sé que por ahí tengo que irme», indica el agricultor.

Francisco tiene claro que a través de la siembra desarrolla su tacto y sabe cómo van sus plantas.

«Primero, memorizo el día en que sembré, el día de la semana en que yo las sembré y como hay unos cultivos depende de lo que siembre, dura dos meses o dos meses y medio o tres meses, depende de la hortaliza, entonces retengo esa información y cuando va creciendo, palpándola va uno a tocándola», indica el campesino.

Vive solo, pero cuenta que sus tres hijas son el motivo por el que nunca se ha dejado vencer.

«Yo me he dado cualquier cantidad de golpes, de porrazos, caídas, de hecho las piernas, las espinillas, me dicen que tengo hartísimas manchas de todas las cicatrices de los golpes que me he dado, pero entonces yo me levanto, me sacudo y sigo», enfatiza.

Algunos clientes llegan hasta la finca por sus productos, otros esperan en el pueblo para comprar.

«Es un hombre de berraquera, un hombre de emprenderismo excepcional y pues el amor y el interés que él coloca en su trabajo es donde uno puede mirar el fruto de todos sus productos», explica Martha Isabel Ostos, una habitante de Nobsa.

«Me parecen de muy buena calidad y no pues, además, es una excelente persona, un guerrero», indica María Cristina Cárdenas, otra habitante del municipio.

Don Francisco también es panadero, y prepara todo tipo de exquisiteces.

«No hay cosas imposibles, sino hombres incapaces. Yo pienso eso, no sé si estará bien o mal, yo en la panadería aprendí en la casa», explica.

Los días pasan y este agricultor y panadero le da gracias a Dios por lo que ha hecho en su vida, sonríe y cuenta toda clase de historias que dejan ver lo importante que es su vida en medio de las dificultades: «Yo no cambio esto porque yo aquí me siento en el paraíso».

Sus ojos aprendieron a ver a través de su corazón, su trabajo brota y crece desde el alma de un hombre que aprendió a ver la vida con el amor de sus manos.


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