Excarcelado por caso Ángela Aguirre cuenta nueva versión del femicidio: ¿Dónde está la chamita?

«Creo que esto es una venganza, no con nosotros, sino con José Zorrilla y sus hijos por la vida que llevaban, a él lo pusieron como un traficante de drogas, cuando solo le ha echado ganas a la vida. Tiene una flota de autobuses de carga ejecutiva, y otros negocios. Y ellos simplemente pensaron que podían sacarle provecho a Zorrilla como lo intentaron hacer denunciando al Club Ítalo, cuando el siniestro ni siquiera fue en sus instalaciones», alega Orlando Abraham Salazar Vargas

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Para muchos escuchar o leer sobre Ángela Aguirre significa conocer del macabro y dantesco femicidio en manos de 7 personas que sufrió la adolescente de 16 años en Ciudad Guayana en marzo de 2019, cuando fue a una fiesta de cumpleaños en un club. Pero para los implicados, solo se trata de una gran pesadilla de malos entendidos, venganza y un accidente que le costó pasar más de dos años tras las rejas de diferentes centros de detención. Orlando Abraham Salazar Vargas fue el primero en enterarse de que Ángela había desaparecido en las aguas de la isla Terecaya, ya que fue quien rescató a José Alberto Cedeño mientras se estaba ahogando. Pese a que salió en libertad hace más de un mes, Salazar asegura que todos son inocentes y contó su versión de la historia.

Excarcelado por caso Ángela Aguirre cuenta nueva versión del femicidio: ¿Dónde está la chamita?

Fue el pasado 1 de octubre cuando la Corte de Apelaciones ratificó libertad plena para cinco de las siete personas imputadas por el caso de Ángela Aguirre y ratificó la condena de 29 años de cárcel para José Alberto Cedeño y José Zorrilla. En entrevista presencial exclusiva concedida a El Cooperante, Salazar relató los hechos que sucedieron aquella tarde del 23 de marzo de 2019 y todo el proceso de detención tras haber sido acusados por el femicidio de la adolescente.

Salazar, al igual que José Alberto y José Zorrilla quienes también han declarado a este portal, se consideran inocentes y defiende a capa y espada que todo fue un lamentable accidente en el que la joven se ahogó tras haber estado nadando -de forma imprudente- en la isla. Para Orlando Salazar son «evidentes» las irregularidades, ya que hubo dos autopsias y el juez que lleva el caso tomó parte de cada una de ellas «para liberar a unos implicados y dejar presos a otros».

Parte de su versión reveló que fue él quien inició la búsqueda de Ángela, a quien nunca había visto y con la que nunca sostuvo una conversación fluida, más allá de un hola y darle la mano cuando subió a la lancha aquella tarde. Pero sin duda, aquel momento cambió la vida de ambos para siempre: él como implicado junto otros seis y ella como la imagen de un femicidio atroz que conmocionó al país.

Hoy ya en libertad, espera que tanto José Alberto como José Zorrilla, dueño de la lancha «La Kaki», la cual permanece anclada con precintos de seguridad en el club Ítalo de Puerto Ordaz, salgan en libertad «pronto» y que alguna vez, la opinión pública «deje de llevarse por lo que gritan las redes sociales» y entiendan lo que en realidad pasó.

¿Qué estabas haciendo cuando te invitaron a la fiesta en la isla Terecaya?

Ese sábado salí muy temprano en la mañana, salí de mi casa entre 5:00 a.m. o 6:00 a.m. Era costumbre mía y de José Zorrilla a quien conocía desde hace unos dos años, salir a comprar pescado para reunirnos y compartir, descansar un poco del trabajo de la semana. A Puerto Ordaz llegamos a las 4:00 p.m. y Zorrilla recibió varias llamadas, entre ellas, una de Carlos Polanco para recordarle la invitación que le había hecho días antes sobre una fiesta en la isla. En ese momento me preguntó si quería ir, si no estaba cansado y le dije que sí, que si podía invitar a una amiga. Me dijo que no había ningún problema y yo llamé a Dayana Nicieza que tenía dos años que no la veía.

Además de la invitación de Carlos Polanco, ese día estaba cumpliendo años José Alberto y era un lugar bonito para que él celebrara con sus amigas. Comenzamos a preparar todo, llamé a Glauber -hijo de Zorrilla- para preparar todo y salir a navegar. Pasé buscando a Dayana, compré unos refrigerios en un bodegón y llegamos apurados porque pensamos que era tarde. Al llegar al muelle para zarpar, me dice Zorrilla que teníamos que esperar a José Alberto que fue a buscar a su novia. Me quedé limpiando la punta de la lancha y coloqué toallas para que no la ensuciaran al subir.

¿Conocías a los demás que estaban en la lancha? ¿Conocías a Ángela?

De los que estábamos ese día los conocía a todos, conocía a José Zorrilla por medio de un familiar, tenía unos dos años conociéndolo, a su hijo -Glauber- porque yo soy mecánico y a veces le arreglaba el carro, a Joselyn la había visto varias veces porque era la novia de Glauber, a Wilmer también lo conocía porque era el mecánico de la lancha, y por supuesto a Dayana que era una vieja amiga.

A Ángela no la conocía, nunca la había visto, pero cuando llegó José Alberto con ella, yo estaba en la punta de la lancha y le di la mano para que se subiera por el desnivel entre la lancha y el mueble. Ella nos saludó a todos y se sentó. Él la presentó como su noviapero Zorrilla al verla muy chamita le preguntó qué edad tenía.

¿Tú la viste muy pequeña? ¿Qué pensaste?

Al verla sí pensé qué hacía una niña entre nosotros, para qué la llevaron, pero se veía más pila que cualquiera de su edad. Zorrilla le preguntó qué edad tenía, y ella le dijo que tenía 18 años y que la cédula la había dejado en la otra cartera porque salió apurada.

En ese momento todos embarcamos, nos pusimos los chalecos y nos sentamos para arrancar. Ese día había otras lanchas que iban también a la isla y salimos todos en caravana. Llegamos después de las 6:00 p.m. a la isla, todavía se podía ver el sol escondiéndose. Me pasé a la parte de atrás, aseguramos la lancha, dimos la voz de salto y todos se quitaron los chalecos y se bajaron.

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¿Cómo era la actitud de Ángela, en algún momento hablaste con ella?

Tenía una actitud normal, estaba contenta, cariñosa con José Alberto, ellos estaban tomándose fotos, y ella nunca habló con nadie, solo con José Alberto, sí vi que se tomaron fotos al lado de Zorrilla y se tomaron unas cervecitas, pero nada en exceso.

Podrías describirme, ¿Cómo era el ambiente? ¿Y qué hiciste hasta el momento en que te diste cuenta que Ángela no estaba?

Al llegar a la isla, cada quien se bajó y agarró por su lado. Yo estaba acomodando la lancha, recuerdo que teníamos que sacar el sonido, pero no lo hicimos porque había otras lanchas con música y sí recuerdo que había demasiada marea. Eran cómo 35 lanchas, unas 200 personas. Cuando llegamos que nos reunimos, los otros lancheros saludaron a zorrilla porque era muy conocido y respetable. Me senté a hablar con Dayana y al pasar unos diez minutos, Glauber me pidió una cerveza, fui a buscarla a la lancha, le di una a Dayana y seguimos hablando.

Siempre estaba pendiente de la lancha porque había mucha brisa, de que no fueran a pegarse entre ellas. En una de esas que voltee, vi a la niña con José Alberto que estaban dentro del agua con el chaleco jugando, echándose agua, pero tenían el chaleco. Al rato, los dos -José Alberto y Ángela- se acercaron y me pidieron 2 cigarros. Yo agarré mi bolsito, saqué la media caja y le di los dos cigarros. Me fijé que agarraron hacia el baño de la isla, que quedaba como a unos 30 metros de distancia. Seguí hablando con Dayana, volví a ver a Glauber que me pidió otra cerveza y busqué unas para nosotros.

Yo no tenía reloj ni teléfono porque siempre lo apago cuando voy a navegar, pero al rato, Glauber me preguntó si no había visto a José Alberto porque no lo conseguía y me dijo que no, que la última vez que lo vi fue cuando le di los cigarros. Glauber dio otra vuelta y volvió agitado a decirme que no lo encontraba por ningún lado. En ese momento, supe que algo había pasado y le dije vamos a buscarlo, ve dentro de la lancha que yo lo voy a buscar adentro. Me quité el suéter y me tiré al agua, cuando lo busqué por la parte de atrás de la lancha y voltee a la derecha, no lo vi. Cuando voltee a la izquierda, lo veo a él en un solo sitio y Glauber estaba alumbrando con el celular.

Lo vi que estaba como cansado y me dijo: «ayúdame que no puedo más». En ese momento lo jalé por el chaleco y lo arrastr é hacia la orilla, el agua le daba como por la cintura y lo vi tan ido que lo agarre fuerte y le pregunté: «¿Dónde está la chamita? ¿Dónde está la chamita? Y él me respondió dos veces: se la está llevando la corriente, se la está llevando la corriente».

En ese momento lo solté, venía Zorrilla corriendo y lo agarró para subirlo a la lancha porque estaba ido, estaba exhausto. Yo empecé a buscarla dentro del agua y hacía mucho frío, las olas estaban muy fuertes. Me regresé a ver si la buscaba por el otro lado, a ver si se había hundido, y nada. Ya en ese punto, Zorrilla estaba en la lancha e iba de retroceso para salir. Me monté en la lancha de Carlos Polanco y empezamos la búsqueda. La buscamos corriente abajo donde nos dijo José Alberto porque él decía que tenía chaleco y que la corriente se la estaba llevando. Sabíamos que teníamos que iniciar la búsqueda rápido hacia abajo para que no se golpeara con la represa que está hacia ese lado.

En ese momento que empezamos a gritar su nombre fue que me enteré de que se llamaba Ángela y empezamos a gritar «Ángela, Ángela, Ángela».

¿En qué momento dejaron de buscar y por qué? ¿Qué creías que le había pasado?

Nosotros la buscamos por unas cuatro horas, creíamos que la podíamos conseguir porque el chaleco, supuestamente, la iba a proteger. Pero pasaron cuatro horas y nada, había otras lanchas también buscando y dos motos de agua. Cuando llegué al muelle, me dijeron que agarrara a Dayana y a Yoselin que estaban desesperadas llamando a todo el mundo.

Dejamos de buscar porque había que avisarle a su familia y por más de 4 horas no la encontramos, había bastante brisa y las olas estaban muy altas. Ese es un lago represado donde hay mucha corriente, una que jala y otra que empuja, y son normales allí los remolinos, ese sitio es muy peligroso por eso no es prudente bañarse allí y menos de noche.

¿Qué pasó después?

Cuando llegamos al muelle, nos separamos. Fui al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) a reportar la desaparición con Dayana y José Alberto, pero no la tomaron porque teníamos que esperar 72 horas. Luego fuimos a la casa de José Alberto, Zorrilla le dijo que les avisaran a los familiares de Ángela y él todavía estaba mareado y agotado. Me fui a mi casa a bañarme y a tratar de dormir porque sabía que muy temprano como dijo Zorrilla a las 5:00 a.m. teníamos que seguir la búsqueda. No pude dormir nada porque estaba muy preocupado, sabía que había una persona desaparecida.

A las 5:00 a.m. del domingo Zorrilla me pasó buscando, no había tiempo que perder, manejamos hasta el Club Ítalo y cuando íbamos a zarpar la lancha, estaban los familiares de Ángela y dijeron que no podíamos salir sin el permiso de la Guardia Costera. En ese momento, Zorrilla le insistió que tenían que salir de una vez porque la niña pasó toda la noche en la isla y podía tener hipotermia, era un tiempo súper valioso y ellos accedieron.

Pasamos muchas horas buscándola y recuerdo que ese primer día, como a la 1:00 p.m. fuimos a la isla a hidratarnos, buscar agua y él señor Aguirre estaba hablando con Zorrilla y este le estaba explicando cómo había pasado todo: la posición de la lancha y dónde estaba la niña con José Alberto, le contó todo, pero el señor Ángel Aguirre solo se quedó mirando hacia donde él le estaba diciendo y se fue sin decirle nada.

Estuvimos buscando por todos los islotes, durante muchas horas, incluso Zorrilla contrató a unos buzos privados y muchos lancheros colaboraron, nunca la encontramos, pero Zorrilla siempre insistió en buscarla porque tenía que estar con vida. Más tarde, fui a buscar comida a los lancheros y un funcionario me dijo que estaba detenido porque estuve en la lancha. Me quitaron el teléfono, el bolso y me llevaron junto a los demás a declarar, nunca sentí miedo porque yo no hice nada, eso fue un accidente y creía en la justicia penal.

Pero ese primer día no pude hacer más nada porque me llevaron a declarar. En ningún momento nos resistimos a declarar, a contar lo que pasó, fuimos sin esposas, por nuestra cuenta, ese día estuvimos hasta las 3: 00 a.m. declarando, nos preguntaron qué había pasado, conté todo y me mandaron a mi casa.

Los días siguientes fue lo mismo, participar en la búsqueda y declarar en el CICPC.

¿Qué recuerdas del día en que apareció Ángela?

Recuerdo que el día lunes había cientos de personas buscándola, ayudando, había muchas lanchas y drones y el capitán de la Guardia Costera me pidió que le dibujara la isla en una hoja y le describiera a dónde se fue Ángela según lo que dijo José Alberto. Con eso, ellos iniciaron una búsqueda con los buzos y los drones, la reconstrucción de los hechos también fue ese lunes.

Al día siguiente en la mañana nos enteramos que apareció flotando el cuerpo en el balneario El Rey y pensamos que se iba a aclarar todo, pero no fue así.

¿La familia Aguirre participó en la búsqueda?

No, solo los vi en la isla al principio. Luego no los vi porque yo sí estaba buscando. Es lamentable, pero ellos han mentido mucho, la señora -Yerlis Yaguare- dijo que no conocía a José Alberto al principio, y José Alberto le mostró una foto donde salía en su casa, junto a ellos haciendo parrilla y luego ella cambió la versión.

Si fue un accidente como ustedes defienden, ¿Por qué todo se vio desde el principio como un asesinato, un femicidio?

Creo que tiene que ver con el alboroto en redes sociales. Antes de que Ángela apareciera, los días domingo y lunes, ya decían que la habíamos violado, que la habíamos lanzado de la lancha en movimiento y que le amarramos un bloque y por eso no aparecía. Luego dijeron que una anaconda se la tragó; y dijeron que hasta la teníamos secuestrada, que la teníamos congelada debajo del agua. En fin, una serie de historias macabras que solo se les ocurrieron a ellos, a sus familiares y amigos y eso fue lo que confundió todo en las redes sociales.

Más allá de esas acusaciones, ¿ustedes fueron atacados en la vida real? ¿Qué pensaban tus vecinos? ¿Tu familia cree que eres inocente?

Sí, nos atacaron mucho, cuando estábamos en el CICPC nos lanzaban piedras, nos amenazaban, nos decían asesinos. Más que todo a José Alberto porque él era muy conocido, es muy extrovertido y popular entre los jóvenes de allá porque organizaba Sound Cars y todo el mundo estaba pendiente del caso.

Yo viví toda mi vida en Ciudad Guayana y algunos vecinos sí creyeron en mi inocencia, otros no, pero siempre me decían que contara lo que había pasado, que sabían que yo era inocente, pero también creían lo que decían las redes sociales, fue un caso que causó mucha conmoción.

Creo que esto es una venganza, no con nosotros, sino con José Zorrilla y sus hijos por la vida que llevaban, a él lo pusieron como un traficante de drogas, cuando solo le ha echado ganas a la vida. Tiene una flota de autobuses de carga ejecutiva, y otros negocios. Y ellos simplemente pensaron que podían sacarle provecho a Zorrilla como lo intentaron hacer denunciando al Club Ítalo, cuando el siniestro ni siquiera fue en sus instalaciones.

Inclusive, me consta que un primo fue a hablar con Zorrilla en el CICPC, de parte del señor Aguirre quien le pidió 80 mil dólares para que «dejaran eso así» y Zorrilla le dijo que no fuera atrevido, que no jugara con la memoria de esa niña y que él no iba a pagar nada porque no debía nada a nadie.

¿Creíste en algún momento que ibas a pasar más de dos años detenido?

No, yo siempre tuve la certeza de que todos íbamos a salir libres. Todos. Pensábamos que cuando investigaran y se dieran cuenta de que solo fue un accidente nos iban a soltar. Creíamos en la ley y en las investigaciones, en la justicia porque éramos inocentes. Al igual que todos, nos preguntamos qué le había pasado a Ángela Aguirre y por supuesto, nos afincábamos en José Alberto porque fue el último que la vio.

No te niego que al principio hubo mucha discordia, estuvimos juntos detenidos los siete varios meses y pasamos por cosas muy difíciles, pero entendimos que todo fue una pesadilla amarga de la cual teníamos que salir porque todos éramos inocentes.

De todo ese tiempo, ¿Qué fue lo peor? ¿En algún momento temiste por tu vida?

Sí, sentí un miedo que nunca había sentido cuando llegó la boleta de traslado de Puerto Ordaz a Caracas, eso fue el 2 de julio del 2019. No nos queríamos ir, pero nos decían que si nos trasladaban todo se iba a aclarar. Primero, llegamos al Bloque de Búsqueda, creo que es la principal del CICPC en Caracas. Allí llegamos a las 3:00 a.m. del siguiente día, subimos ocho pisos por escaleras porque no había ascensor y esa noche dormimos en un pasillo porque era peligroso estar junto a los otros presos.

Amanecimos y nos llevaron a la sede del CICPC el Rosal, donde estuvimos 16 días en un cuarto 2×3, junto a otras 19 personas. Siempre a donde llegamos dijimos nuestra verdad, que fue un accidente y por eso nunca tuvimos problemas.

El día que nos trasladaron al Rodeo me enfermé, tuve indigestión, fiebre, vómito, de todo. Casi me desmaye cuando vi la entrada del penal y los demás estaban igual, nadie hablaba, ninguno de nosotros tenía antecedentes penales, nunca habíamos pasado por nada de esto y estaban en shock. Llegamos al penal y de inmediato nos pusieron a hacer orden cerrado, nos raparon el cabello y nos uniformaron de amarillo.

Durante unos meses estuvimos en una zona de resguardo por orden del Ministerio de Asuntos Penitenciarios, unos meses después en noviembre nos llevaron al área de conmoción, junto a presos por casos políticos, pero son personas de nivel alto, tanto económico, como profesional. No había tanto malandreo.

Pero otra de las cosas que me afectó mucho fueron los 43 muertos por diversas razones: COVID-19, ahorcados, apuñalados, etc.

¿Qué pensaste cuando te dijeron que eras libre?

Para nosotros fue una gran tristeza y alegría a la vez; porque no aceptamos lo que había hecho el juez, todos éramos inocentes. Durante todo el tiempo que estuve preso leí mucho, averigüé mucho sobre leyes y sabía que lo que él hizo no debía ser.

¿Cómo es posible que el juez usó los mismos argumentos para soltarnos a nosotros y dejarlos presos a ellos? No entendía cómo se valió de las dos autopsias y sobre todo, ¿cómo me dejaron a mí el delito de omisión al socorro, cuando en el expediente consta que se realizaron llamadas a los bomberos?

Lo que redactó el juez, el fundamento de la sentencia no se entiende y por eso es que quieren devolver el juicio, pero eso significaría que nosotros podemos volver a la cárcel, pese a que la ley lo prohíbe, pero sabemos que detrás de todo esto hay órdenes mayores que nos quieren a los siete presos de por vida.

¿Por cuáles pruebas los condenaron?

Solo por las autopsias, que la primera se hizo bajo cuerda, sin tener los protocolos necesarios y fue una de las mayores irregularidades del caso, al igual que el supuesto audio que envió Ángela que se supo durante el juicio después de que el Ministerio Público le realizó las pruebas pertinentes que era falso. Vemos cómo todo esto se convirtió en un entramado para dejarnos presos, sin ser culpables. Incluso, ni la Fiscalía ni el abogado defensor de los apoderados, Joel García pudieron conseguir ni una sola prueba que nos vinculara con la muerte de la niña. Solo la supuesta prueba de la patóloga.

Además, se presentaron las pruebas que nos hicieron a cada uno de nosotros, pruebas psicológicas, físicas, psicosocial y todas arrojaron que ninguno tiene perfil de asesino. De hecho, a José Alberto lo revisaron de pies a cabeza a ver si encontraban ADN de Ángela y no fue así, porque los especialistas explicaron que cuando a un ser humano lo agreden, busca defenderse como sea y eso deja rastros y que si era verdad lo que decían, él y la niña debían tener algún rastro. Pero no fue así, por eso quitaron violación y violencia.

Hoy cuando ya eres libre, ¿Qué esperas?

Yo espero que los suelten o les bajen la condena. Algunas personas pensarán que hay un muerto, se perdió una vida y alguien debe pagar por eso, pero yo no lo veo así porque todos somos inocentes, ninguno es culpable. Pero ya entendí que no es tan fácil, la justicia a veces no es como uno cree y bueno, solo queda esperar.

Mi amigo José Zorrilla no se merece lo que está pasando y hay más de diez familias que él ayudaba y que comían de él, y hoy están desprotegidas.