La separación de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin tiene un trasfondo económico que complica la ruptura matrimonial, pues a día de hoy una parte de los fondos ilícitos de Nóos sigue en paradero desconocido.
En estas circunstancias, el reparto de bienes se convierte en un ejercicio complejo, motivo por el que el divorcio entre ambos se ha demorado. El problema es que las desavenencias conyugales tienen una derivada económica que no se disipa con el fin del matrimonio.
Por supuesto, y dado que el patrimonio de la pareja se nutre, en gran medida, de fondos ilícitos que están en paraísos fiscales, las negociaciones para el reparto adquieren una dificultad evidente.
Se abre también la oportunidad de que las investigaciones policiales se activen y se abran vías nuevas para seguir el rastro de un dinero que permanece oculto. El divorcio puede aportar luz entre tanta sombra, porque lo evidente es que la condena del Tribunal Supremo sólo les obligó a devolver al erario público 600.000 euros de manera solidaria. Migajas, porque los fondos de las cuentas ocultas de la trama societaria ascienden a varios millones de euros, según fuentes judiciales que participaron activamente en la investigación de la causa.
En estas circunstancias, y después de la separación, los fondos fantasma de la pareja se convierten en una bomba de relojería. Y parece evidente que su detonación serviría a muchos de munición para convertir a la Corona en objetivo a batir.
La causa general contra la Monarquía que promueven las formaciones de ultraizquierda y partidos independentistas no cesa. Su objetivo es acabar con la Monarquía constitucional y su gran problema es que Felipe VI ha demostrado con creces su firme compromiso de hacer de la ejemplaridad y la transparencia los grandes ejes de su reinado, incluso asumiendo el sacrificio de distanciarse de su padre y de su hermana.
Dicho esto, el divorcio de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin no calmará las cosas, más bien todo lo contrario.
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