“Vamos a construir una Venezuela que deje atrás el socialismo, enterrado para siempre“. Machado ha sido incapacitada por la Contraloría para participar en las elecciones que deberían realizarse en 2024, al igual que otros candidatos de la oposición. La medida fue repudiada por Estados Unidos y la UE, y no ha hecho más que darle una centralidad inesperada. “Eso demuestra que el régimen está derrotado”.
Machado no pretende hacerse a un lado. Décadas después, las encuestas la ubican como la candidata opositora más aceptada. “Aquí el que empodera es el pueblo”. Ella tiene 55 años y una aversión a lo que significan Hugo Chavez y sus herederos, alimentado en parte por la confiscación de un negocio familiar. Viste siempre de blanco. Una cruz baila sobre su pecho. En sus años de congresista, fue objeto de las burlas de Chávez.
Esas encuestas deberán ser revalidadas en las primarias de octubre. Y aunque falta tiempo, Machado confía en que su figura seguirá creciendo al calor del desencanto de una sociedad aquejada por años de crisis y pérdida. Se imagina a sí misma como la vencedora de Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del próximo año, siempre y cuando esas elecciones se celebren.
Ha defendido el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto en caso de violación, la eutanasia e incluso la legalización de la marihuana para uso médico. Al mismo tiempo, ha sido la voz que con más vehemencia ha propuesto la intervención militar de estados unidos para desalojar al madurismo del poder.
“La única forma de paralizarlo es si puedes rodearlo con una fuerza superior que tenga un efecto disuasorio”, continuó diciendo.
Machado y su partido, Vente Venezuela, no creen en las estrategias negociadoras de la opositora Plataforma Unitaria, que a trompicones busca un acuerdo de mínimos con el Palacio de Miraflores para resolver el conflicto interno. Los sectores más pudientes de Venezuela la observan con simpatía. Ella va por más y quiere ser aclamada en los barrios populares que han sido baluartes del chavismo.
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