El secuestro y muerte del canario Eugenio Martín.Torpeza fatal

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* Una serie de errores cometidos desde la noche del rapto de Juan Eugenio Martín Rodríguez dueño de Superfrenos Jardines, condujo a diversas evidencias que permitieron al Cicpc Barinas, esclarecer en pocos días este sonado caso ocurrido en septiembre del año 2008.

El secuestro y muerte del canario Eugenio Martín.Torpeza fatal

* José Leonardo Toro Paredes, para entonces de 40 años, era el vigilante de confianza de Martín Rodríguez. Él fue el encargado de “vender” a su jefe a sus compinches Neocrites Enrique Guédez Villamizar, alias “EL CHITA” y José Tomás Triviño Soteldo, apodado “El Chelo” de 39 y 35 años, respectivamente, quienes se llevaron al comerciante canario junto al vigilante, quien, tras simular ser víctima, se convirtió en la principal pieza para esclarecer el hecho.

Por:  César Villamizar Trejo:

El caso, desde el inicio de las pesquisas,  resultó más sencillo de lo que se imaginaban los investigadores. Las evidencias  que dejaron a su paso los secuestradores, unido el testimonio de uno de ellos que resultó la «llave » que abrió fácilmente la puerta hacia la claridad,  permitió a los sabuesos policiales poner al descubierto toda la trama que tres delincuentes de poca monta que, tentados por una buena suma de dinero, fraguaron durante más de tres semanas en contra del reconocido comerciante canario Juan Eugenio Martín, propietario de “Superfrenos El Jardín”,  ubicado en la avenida Industrial de la ciudad de Barinas.

Lo nefasto y muy comprometedor para los tres  inexpertos e incompetentes antisociales es que horas luego de perpetrar el secuestro en el negocio de la víctima,  ocurrió lo peor para ellos: El señor Martín, hombre apreciado por gran parte de la colectividad barinesa, murió debido a una severa falla cardíaca que venía padeciendo desde hace tiempo y por la cual había sido intervenido quirúrgicamente. 

Un hombre de confianza del comerciante español y dos compinches suyos,  todos hampones de muy poca monta, fueron los que, ansiosos por dinero que los sacara de la pobreza, osaron por lanzarse en la aventura de secuestrar a Martín Rodríguez, pero que todo, desde el comienzo,  resultó un estruendoso fracaso que les costó 30 años de cárcel y la vergüenza de sus familiares.

La noche del lunes 8 de septiembre del 2008, estos tres sujetos, guiados por uno de ellos, el vigilante del local comercial, llevaron a cabo un plan mal orientado y completamente errático para secuestrar al comerciante canario de 62 años y dueño del reconocido local comercial Frenos “Jardines”, ubicado en la avenida Industrial de esta capital.

Una cámara de seguridad que los descubrió, un vigilante cuyos nervios lo traicionaron al tratar de simular que fue también víctima y que acabó delatando a sus otros dos compinches, la muerte de la víctima durante el secuestro y otras evidencias que dejaron a su paso, fueron fundamentales para  que sucumbieran ante la ley y de esa manera demostrar que fueron autores de una torpeza fatal.

43 años de esfuerzo y trabajo

Juan Eugenio Martín Rodríguez era un reconocido comerciante que había logrado su éxito como hombre de negocios desde muy joven, desde el instante en que arribó a Barinas, 43 años atrás. Hace años su negocio Superfrenos Jardines era obligada referencia en el sector automotriz, pues allí él y sus hijos expendían repuestos y piezas para los frenos de diferentes tipos y marcas de automotores.

Era oriundo de  San Miguel de La Palma, una de las islas canarias del archipiélago español y estaba radicado en Venezuela desde 1965, siempre con ese espíritu pujante de progresar como hicieron muchos de sus coterráneos españoles.

Su negocio, a través de los años, adquirió un prestigio envidiable y era uno de los más consolidados en la región barinesa. Su esfuerzo contó con el apoyo de sus tres hijos, quienes siempre lo acompañaban en ese local.

Todo era armonía y felicidad para el comerciante canario, ahora de 62 años, pero nunca se imaginó que en poco tiempo viviría una muy amarga experiencia que, debido a la estupidez de quienes le causaron daño, moriría en manos de ellos.

La noche del 8 de septiembre del año 2008, luciendo el pantalón corto y la franela con la que dormía, fue víctima de un secuestro atípico por parte de dos sujetos a bordo de un vehículo, en el que se lo llevaron a punta de pistola, junto con el vigilante del negocio.

Sus familiares, que sufrieron las consecuencias de tan lamentable suceso, se vieron obligados a cancelar el dinero exigido por los secuestradores a pocas horas del hecho, pero ello resultó en vano debido a que, a unas 48 horas luego del rapto, Martín Rodríguez fallecería en poder de sus victimarios a causa de una falla cardíaca que le generó la falta de suministro de medicamentos que tenía que ingerir de manera obligatoria tras una delicada operación a la que fue sometido semanas antes.  

La tarde del 11 de septiembre, tres días luego del secuestro, su cadáver fue localizado en el sector Quebrada seca, parcialmente calcinado y tirado a las orillas de la carretera, lo que trajo consigo un profundo trabajo detectivesco por parte de una comisión de la división de homicidios del Cuerpo de investigaciones científicas, penales y criminalísticas y bajo la supervisión permanente del jefe de ese organismo en la entidad , comisario Evelio Galindo Arias y de su homólogo en la sub delegación Barinas, sub comisario Jenni Carlino Colmenares, quienes luego recordarían que se trató de un caso bien orientado y cuyas evidencias fueron numerosas para su pronto esclarecimiento. “Fue un caso bonito”, apuntó Carlino meses luego.

El Judas del secuestro

José Leonardo Toro Paredes, para entonces de 40 años, era el vigilante de confianza de Martín Rodríguez. Él fue el encargado de “vender” a su jefe en aquella noche que se hizo particular para el canario, debido a que durante el día un albañil, con ayuda del único hijo varón del comerciante, habían reparado un tubo de aguas blancas que estaba averiado, frente al local comercial, por lo que el negocio fue cerrado para el público más tarde de lo normal. A las 8 y 30 de la noche, aún tres conos de seguridad rodeaban en sitio reparado. Dos horas antes, Toro Paredes había arribado al negocio listo para cumplir su horario de guardia.

Unos diez minutos luego, Martín Rodríguez, luciendo ropa para acostarse a dormir, salió por una de las puertas del local con el fin de retirar los conos y entrar a su residencia, ubicada en el segundo piso de aquella construcción.

En ese momento, Toro Paredes se levanta de la silla donde se encontraba y atraviesa la avenida Industrial con el supuesto fin de echar un  vistazo al negocio del frente, también propiedad de Martín.

A su inmediato regreso, según lo reflejó la cámara de seguridad ubicada en las afueras del comercio, el vigilante levanta su mano derecha con la mirada fija a su derecha, lo que posteriormente los investigadores determinaron, por el relato ofrecido por el propio Toro Paredes, que fue la señal que avisó a sus dos compinches a bordo de un automóvil.

Las pesquisas demostraron que esa señal indicaba a los dos secuestradores que Juan Eugenio Martín estaba solo y desarmado, pues casi siempre cargaba su pistola en el cinto.

Aquellos dos sujetos eran Neocrites Enrique Guédez Villamizar, alias “EL CHITA” y José Tomás Triviño Soteldo, apodado “El Chelo” de 39 y 35 años, respectivamente, quienes esperaban el momento a bordo de un vehículo color negro.

Este vehículo se detuvo justo frente a donde se encontraba Martín y Toro, a quienes cargaron a punta de pistola bajo amenaza de muerte.

Pero el comerciante canario no fue una víctima fácil, ya que, aún bajo amenaza y con una pistola que lo apuntaba, peleó con ambos y los ofendía desde el asiento de atrás, mientras Toro, con la cara tapada con la camisa que lucía, dijo que apenas escuchaba la riña.

Sin embargo, lo de Toro Paredes era una simulación. Era parte del secuestro. Su tarea era alertar a “El chita” Y a “El Chelo” para que se llevaran a su patrón.

Las investigaciones de los detectives del Cicpc comprobaron que el vigilante había sido contactado por Guédez Villamizar tres semanas antes para que facilitara el secuestro de su jefe, a cambio de una suma de dinero que los delincuentes le darían una vez lograran coronar los resultados del rapto.

Muere Martín: la torpeza más grande

Pero lo de la cámara apenas era el comienzo de una serie de torpezas que los secuestradores cometieron durante el secuestro del conocido comerciante canario de 62 años.

Resulta que Juan Eugenio Martín requería tomar al menos un medicamento de manera obligatoria dos veces al día, algo que los antisociales no supieron resolver, sino todo lo contrario. Esta situación se les fue de la mano y las consecuencias fueron estruendosas para el futuro inmediato de los tres sujetos. Fue así como el infortunado hombre de negocios murió a causa de esta falta, lo que fue fulminante para los tres mediocres delincuentes.

Alrededor de la una de la tarde del jueves 11 de septiembre, el cadáver del canario fue hallado a la orilla de la intercomunal Barinas- Barinitas,  en el sector Quebrada seca. Funcionarios de la Policía del estado fueron los primeros en arribar como autoridad y minutos luego los expertos de la Policía Científica. Seguidamente se presentaron los tres hijos y la esposa del comerciante quienes no tardaron en identificar a su ser querido.

El cuerpo estaba parcialmente calcinado, lo que revela que los maleantes, en un acto más de torpeza, intentaron hacerlo desaparecer de la peor manera y, peor aún, dejar el cuerpo en un sitio público.

Toro o “loro”

La versión ofrecida por el vigilante Toro Paredes a los familiares y a los detectives tras haber sido supuestamente liberado por los secuestradores aproximadamente una hora después no cuadraba desde el principio.

Relató que los sujetos lo llevaron, con el rostro tapado, a una zona enmontada hasta la troncal cinco, en las cercanías de Automercados EL Garzón. Agregó que era una zona totalmente oscura y aseveró que uno de los sujetos le dijo que le dijera a los parientes del español que exigían 300 millones de bolívares fuertes por la liberación de su jefe.

Dijo que caminó varios metros con miedo hasta que finalmente vio luz y corrió.  Añadió que, ya en la carretera, detuvo a un taxi que lo trasladó hasta el negocio de Martín, donde narró lo sucedido a los hijos de Martín Rodríguez.

Pero los expertos detectives no se comieron el cuento de Toro, quien en horas sufrió una especie de metamorfosis para transformarse en un “loro”.

Paredes Toro no sólo se desmintió a sí mismo con la versión inicial, sino que delató a sus compañeros de delito, Neocrites Enrique Guédez Villamizar, alias “EL CHITA” y José Tomás Triviño Soteldo, apodado “El Chelo.

Fue el que trasladó a la comisión que investigó el caso hasta los domicilios de ambos, ubicados en los vecinos barrios La Paz y % de julio. Hasta allá llegaron los decididos funcionarios y mediante sendos allanamientos detuvieron a ambos.

Pruebas irrefutables

La cámara que recogió el instante en que Toro Paredes daba la señal a sus dos compinches, la confesión de este sujeto a la hora de verse acorralado por los detectives y delatar a “EL Chita” y a “El Chelo”, la sorpresiva muerte de la víctima, entre otros elementos de interés criminalísticos, fueron vitales para que la Policía científica y el Grupo anti extorsión y secuestro (GAES) de la Guardia Nacional se anotaran un éxito para cerrar policialmente este sonado caso que tanto conmovió a la comunidad barinesa.

Este triste suceso le dio la vuelta no sólo a todo nuestro país, debido a que se trataba de una víctima extranjera, sino que, además, fue noticia de última página en los medios de comunicación españoles, en especial en San Miguel de La Palma, isla canaria de donde era nativo Martín, cuya familia estuvo pendiente desde aquella tierra. Representantes del gobierno canario igualmente expresaron públicamente su pesar por tan lamentable hecho.

Fue, a todas luces, un secuestro muy mal planificado y estúpidamente ejecutado, lo que conllevó a que los delincuentes cometieran una serie de fallas que generaron su fácil y pronto esclarecimiento. Fue una gigante torpeza fatal.

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