Su situación es tan precaria ante los bajos pagos que, aseguran, prefieren morir en protesta exigiendo lo que les corresponde, antes que quedarse en su casa de brazos cruzados padeciendo necesidades.
La imagen de estos ocho hombres tendidos sobre delgadas colchonetas que apenas y logran separarlos del suelo es dramática. Superan los 60 años y algunos hasta tienen patologías en columna, rodillas o presión arterial.
Pero su realidad es tan crítica que, desde el martes 26 de septiembre, decidieron iniciar su segunda huelga de hambre en apenas un mes.
No quieren dádivas, sino lo que les corresponde.
Durante sus años de trabajo destinaron 3% del sueldo a un fondo de pensiones para tener respaldo económico en su vejez, además de 9% que aportaba PDVSA.
Reclaman además planes de asistencia médica eficientes y cumplimento en beneficios de alimentación.
Ninguno de los ocho huelguistas es de Caracas, vienen de los estados Zulia, Falcón y Carabobo.
Hasta han debido vender bienes tratando de buscar ingresos. Informa Neidy Freytes.
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